De la tragedia al milagro: la historia de Johennys
Cuando tenía 10 meses de vida, Johennys viajaba con su madre en un bus intermunicipal. Poco después de iniciar el viaje, el bus perdió los frenos y rodó por una ladera. Aunque la niña sobrevivió, la vida le cambiaría para siempre. Esta es su historia.
La noche en la que ocurrió aquel inesperado accidente, poco antes de abordar el bus intermunicipal que partía desde Maracay con destino a Maracaibo, Kelly ya tenía un mal presentimiento. “Nos cambiaron el bus a último momento sin ninguna explicación, esa debió ser la señal de alarma”. A pesar del repentino cambio, el afán de regresar con su familia pesaba sobre sus hombros y Kelly subió al vehículo con Johennys en su regazo.
La pequeña Johennys, que tenía solo diez meses de vida, dormía plácidamente bajo el abrazo de su madre cuando el bus perdió los frenos y cayó por un vacío en una curva cerrada. “Dimos vueltas por los aires y lo único que llegué a pensar es que tenía que aferrarme a mi bebé con toda mi fuerza”. El vehículo rodó colina abajo hasta una zona boscosa, donde los árboles lograron detenerlo. Tras el frenético descenso, no hubo más que silencio.
Al regresar la calma, Kelly no sentía dolor, la adrenalina que se había disparado en su cerebro le impedía notar sus múltiples heridas, pero estaba viva. “Lo primero que hice fue ver a mi niña, estaba tranquila, no lloraba, pero estaba respirando. Empecé a palparla por todas partes para saber si algo le había pasado, su cabecita, su cuello, sus hombros, sus brazos… todo parecía estar bien, hasta que bajé hasta sus piernas y descubrí que una de ellas ya no estaba en su lugar”.
Kelly sacó a la bebé como pudo de los escombros, de los otros pasajeros no supo nunca quiénes eran los vivos y quiénes los muertos, en lo único en que pensaba era en alejar a Johennys de tal devastación y llevar a su niña a un hospital cuanto antes.
El accidente ocurrió 40 minutos después de que el bus partiera de Maracay, llegando a Valencia. Fue una fortuna que así fuera, porque Kelly pudo llegar al casco urbano por sus propios medios y llevar a la bebé a un hospital. “Una herida de esa gravedad en una niña tan pequeña es fatal, si no se desangró fue porque el corte no fue producido con un objeto filoso y la herida quedó sellada inmediatamente después de producirse”, le explicó el médico a Kelly.
La madre pasaría esa noche en vela, sentada en la sala de urgencias e invadida por la incertidumbre. Mientras, un equipo médico practicaba la primera de tres cirugías reconstructivas en el muñón de Johennys. A la mañana siguiente, el equipo de rescatistas que atendía el accidente llegó al hospital con una piernita que habían encontrado en el desastre, era ya demasiado tarde.
Han pasado algunos años desde el acontecimiento, Johennys tiene ya tres años. Jamás pasó por el duelo de perder una parte de sí, no tiene los recuerdos de esa noche fatídica que atormentan silenciosamente a su madre. “Fue una experiencia muy difícil de afrontar, todavía tengo pesadillas sobre el accidente, pero yo asumí desde el primer instante que tenía que ser fuerte para ella, que tenía que darle ejemplo, que debía ver lo que pasó como un milagro y no como una tragedia, porque mi niña no murió esa noche, ella está viva y ese es el más grande regalo que me ha dado Dios en el cielo”.
Tan inconsciente es la niña del evento que cambió su futuro para siempre que ella jamás desarrolló ningún complejo al respecto. “No conozco niña más alegre, su felicidad me da fuerzas para seguir adelante. Aprendió a caminar con un caminador y luego con una prótesis que nos donó la Cruz Roja. En la guardería, mostraba su prótesis con orgullo a los otros niños y jamás se sintió mal por ello. Allá la querían mucho y valoraban su actitud positiva. Nadie me ha enseñado el significado de la alegría y la perseverancia como ella”.
Kelly, su esposo y la bebita, como muchos otros, escaparon de la realidad social de Venezuela y se instalaron en Santa Marta buscando un futuro más prometedor para Johennys. Fue allí cuando la nena obtuvo su primera prótesis. El mismo deseo los llevaría luego a Medellín, donde residen actualmente.
Cuando la primera prótesis empezó a quedarle pequeña, Kelly descubrió que su benefactor no podría darle una nueva. Acudir al precario sistema de salud colombiano tampoco era una opción y adquirirla por sus propios medios era una idea incluso más fantasiosa. “Sin muchas esperanzas, realicé una búsqueda en Internet y me encontré con Mahavir Kmina”. Así, Johennys se convertiría en beneficiaria de una institución que ya ha brindado prótesis gratuitas a más de 4.500 personas de todo el continente.
Kelly puede estar tranquila, su bebé seguirá siendo beneficiada por la institución siempre que lo necesite, porque en Mahavir Kmina Johennys no solo recibió una prótesis de pierna, obtuvo una oportunidad para volver a empezar.
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